Ese es el precioso cuento que a todos nos cuentan de pequeños, pero hoy en día no podemos asegurar con la mayor de las certezas que ése sigue siendo su significado.
Sin pensarlo dos veces la palabra Navidad nos trae a la mente pensamientos como comida, fiesta, sidra, brindis, Papá Noel y REGALOS.
Y de eso hablaremos. Se ha desarrollado en los últimos años un fenómeno no tan desconocido por la sociedad llamado consumismo. Esto nos lleva a una situación de compras y fin de mes que en vez de hacernos pasar momentos gratos no dan picos de stress.
Todo se vuelve más costoso de lo normal, algo que en noviembre te costaba $30 a partir del 5 de diciembre te cuesta $55. Los niños ya no se ilusionan porque la televisión se encarga de caducar su imaginación...y hay situaciones (muy lamentables) en las que dejan de creer en el barrigón del Polo Norte.
En unos instantes recuperamos los aires que en verdad valían la pena y ocupaban un lugar exclusivo dentro de nuestros corazones: el reunirse con seres queridos...eso se recuerda 30 minutos antes de que el reloj marque la medianoche. Y allí está otra vez ese sentimiento de éxtasis que nos inunda de apuros: aguardar junto a aquel árbol luminoso (otro símbolo del $) y salir a la calle para observar o encender los fuegos artificiales, que cuanto más estruendosos son mejores.

Esta publicación no trata de ser una crítica, ya que dar obsequios es hermoso (y recibirlos también porque significan atención y cariño). Sólo es un humilde intento de reflexión...ya que la sociedad (me incluyo) está perdiendo valores día a día. Definitivamente hay que recuperar la familia.
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